Una vez un maestro me dijo: “Al final, cuando acompañas a alguien en consulta, en la mayoría de las ocasiones, acompañas a la persona para elaborar duelos no resueltos” Hace muchos años de esto y hoy puedo decir, que creo que tenía mucha razón.
La vida es una pérdida constante, perdemos mascotas, amigos, trabajos, salud, parejas, ciudades, casas, sueños, proyectos… Y no es fácil aceptar esta realidad. Los budistas dicen que sufrimos porque nos pegamos la vida aferrados a lo que nos gusta y rechazamos lo que no nos gusta, sin darnos cuenta que estamos sumidos en una profunda impermanencia.

Acompaño a personas a transitar estas pérdidas, a fluir en la marea de emociones que se despiertan ante un duelo, imprescindible para llegar a una aceptación serena de lo que no podemos cambiar.
Aprender a perder es aprender a ganar.